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Identidades con la noche - Poemas de Mario Sampaolesi

Identidades con la noche

1Yo empiezo este poema sin empezarlo siquiera.
Los mendigos de estrellas murieron todos.
También las palabras dejaron de ser un lugar.

No tengo eternidad esta noche.
3Escucho el vaivén vacío de un columpio impulsado por la noche.

El silencio no tiene edad ni memoria.6La vida me es ajena.
Desnudo como el campo huyo de la realidad en la manada de caballos negros
que espanta mi memoria.

Ella que era el agua,
la entrada de los barcos al puerto antes de anochecer,
las cenizas que dejó el salto del suicida sobre la terraza,
reconoció su perduración más allá del tacto.

Yo creí que vivir era desangrarse.
Y salí y toqué la piedra y vi al pájaro y me mojé con la lluvia,
porque comprendí que la piedra no es piedra sino el viento caído que deja el
pájaro cuando vuela,
porque la lluvia no es lluvia sino la sensación del vuelo que derraman los ojos
del pájaro,
porque el pájaro es mi miedo a la lluvia,
porque a pesar de todo la piedra, la lluvia y el pájaro  también mueren.

Ella todavía me incendia cuando multiplica el insomnio en mis ojos con la
melodía del golpe que otorga la gota contra el vidrio como otro corazón,
donde mi soledad es espejismo tras espejismo
y la muerte el grito del fantasma que vendrá con la noche.

Página en blanco más página en blanco vivo sin vivir.


Más allá del suelo es el cansancio.
7Me golpea una niebla espesa de hombres y máscaras
y con la llegada de una nueva estación retorno a la vejez.

Continuamente creo que la luz es la zona de traición de mis ojos,
porque miro el espejo y las manos de un ángel desconocido desfiguran mi cara.

Me encadena un vientre de vino mordido por la lluvia
y al hurgar con dagas mi memoria destruyo las guirnaldas que colgaron
los habitantes de una ilusión perdida en el desierto.

Me asfixia lo que no seré jamás.

Llegan gentíos de frío y desesperación
y yo que busqué en los ídolos negros de la indiferencia la presencia de Dios,
la caricia de óxido de la fe en las plumas caídas de un pájaro gigante,
estoy casi muerto en mi instinto de agua
porque el agua conserva los secretos de quienes la bebieron ávidamente.

Todos los días me despierto inmenso, único.
Todos los días el imposible existe porque dudo y no lo hago posible.

Salgo al naufragio de la noche y no soy el que creía ser.
Pasa alguien con una bala en la frente.

Al menos me queda la lealtad hacia el poema que nunca escribiré.
10El silencio es mi rostro de más adentro donde olvido a los lobos porque sueño.
Pero el sueño cumplirá su destino de sueño
y yo que sólo sueño
regreso a mi sangre gastada con miedo de amar lo que no existe.

Porque cuando sueño hay un derrame de sol en mis huesos,
el mismo hombre bebiéndose el agua de su espejismo.
Entonces compruebo que el misterio no es algo que yo quiera vencer
ahora que tengo la mirada de cuando nunca se llega.

Hoy llueve también en algún lugar lejano del mundo
y en la memoria de esa lluvia galopa el caballo de madera de mi infancia
que continúa golpeándome como un vino petrificado en la garganta
cuando todos duermen y es invierno en mis dos desconocidos.

Vivo con el terror intacto y el futuro incierto lo embandera todo como un mendigo
ahorcado de la luna.



Afuera llueve y es ayer, hoy y siempre.



Afuera siempre llueve más que lluvia.



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