La pared El encuentro de tus nudillos
contra el revoque grueso
es tanto una prueba irrefutable del dolor
como de la existencia del mundo externo.
La pared persiste.
Arden las tiritas de la piel.
Y no alcanza con soplar.
Adentro es afuera y afuera es adentro.
La furia suele ser el mejor atajo
entre el concepto y la resignación.
Papá te lo decía:
a la existencia hay que soportarla,
mientras pintaba cada verano la misma pared.