La breve duración Leí un largo poema de William Carlos Williams
sobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro,
tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve
y de otros
poemas gusté y también tuve otras ignorancias.
Es cierto que los
poemas colocan cosas sobre el mundo
y que hay personas que no gustan de ellos
ni del mundo,
aunque serían mejores si tuvieran
aquello que tienen los
poemas.
¿Qué tienen los
poemas, William Carlos Williams?
Provocan la desazón de lo desconocido,
el deseo de asir el humo que emana
de lo que creemos conocido.
Tuve esta flor, por ejemplo, hace años,
sobre la pared de una casa en la que estuve viviendo;
en su patio las orquídeas cubrían el lugar
donde antes estuvo la caseta de madera;
en la caseta de madera, el padre de mi amigo,
una mañana nada especial
amaneció colgado de las vigas.
Las orquídeas luego cubrieron el lugar
pero no borraron su aura de tragedia.
De entonces acá estas flores no perdieron hermosura,
pero igual son materia del suicidio.
Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua
—el lirio perenne descrito por Ariel—;
tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían de hogar:
todavía me sirven.
No tuve asfódelos, tuve éstas para mí.
Y de mí ellas no guardaron memoria.
Es vanidad de los
poemas fijar los deseos del otro
y es vanidad de los poetas
creer que sus versos se fijan en el otro
como no lo hace la flor más que el tiempo
que le corresponde.
Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo
que di a los otros que se me acercaron:
la breve duración de los asfódelos,
las orquídeas suicidas, los lirios de agua.