Sucesos La vecina del sexto caminó sobre el mar,
y atravesó las nubes sin ayuda de nadie.
El tímido señor de planta baja
ya no cierra las puertas con cadenas,
cerrojos, pasadores:
tal vez sin darse cuenta
se refugió por fin en los espejos.
El joven impasible
que deglutía el tiempo sentado en los balcones,
ya no mira las águilas del alba,
el crepúsculo incierto.
La señora soprano ya no entona cantigas,
endechas, misereres:
una callada niebla recorre los pasillos
y se instala en las altas escaleras.
El amable rabino se acostó con sus padres,
y vio tal vez al Ángel entre lenguas de fuego.
El señor escribano
se fue con la corriente de los meses.
La anciana de los fondos
no convoca a la suave mandolina:
ya no llama a las puertas,
no pregunta la hora como antes.
Y el perro de mi infancia ladra y ladra,
como ayer, como hoy, como mañana.