La abuela la abuela ve imágenes de la virgen en piedras y hojas de cualquier jardín
cuando hace visitas
en la luna ve a la sagrada familia y no un conejo como todos
y en cada hijo, en cada hijo suyo ve una esperanza calada en azúcar
y por las tardes toma café amargo hablando con seres teñidos de
imaginación y habla popular
ella es como un libro de consejos sabios, oraciones santas, largas,
misteriosas
en cualquier momento alza las cejas, arruga la cara y pronostica lluvia,
verano, tristezas o visitas
entonces corre a la cocina y prepara café con hojaldres.
el café, dice, sirve para toda ocasión
— y su café es el mejor de este cielo. lo dicen todos: el cura, los
pordioseros y los ricos de la plaza.
la abuela no huele a persona vieja, huele a ternura cuando la abrazas
su sombra, bajo el sol, es la de una ánima alada
y su voz, es tierna y extraña como la de una pantera: melodía entre
regaños.
su corazón suele ser un mapa de afectos trenzados en hilos de oro
y desafectos construidos con cáscara de huevo.
ese mismo corazón se abre cada noche para rezar el rosario completo a la
Virgen María, y
luego vuelve a cerrarse como una flor
la abuela es de las mujeres que dice ver dragones en las nubes y toma
agüitas para cada dolor
pone flores en el comedor aunque no haya pan, y todos presumen que tiene
cien años
por su sabiduría
los oídos de la abuela están siempre vigilantes y a sus años ni un suspiro
en los rincones se le escapa,
y aunque su mirada viva y triste esta nublada ve mejor que el más joven de
sus nietos
su dentadura está completa y blanca, no sólo porque su esposo es el
dentista del pueblo
si no porque comió caldo de pichones siete días de luna llena,
con salsa de paico y un poco de sal.
la abuela, mi abuela no es de esta tierra, es de las mujeres que ya no hay
y no vuelven a nacer.