Xxiv Una voz sin oído
miente apenas, y dócilmente cae
tras el silencio y soberbia
que los perennes lazos
de su pecho, encierran:
Sedientas palabras
sin ocasión ni cuidado,
callado gesto de olvidar
que defiende y guarda
la sombría espera
de advertir un sol.
Llamar es la penosa
distancia del vencido.