Caballos y en la crin la noche Caballos que la noche llevan a sus crines y habitan de
trotes la piel de la memoria con chispas, coces y sudores
al espacio, se viran a mí. Sus marcas la pregunta abren.
La forma se pierde. Un largo quehacer de árboles
embosca el templo, y la oración suspende el trote que
deshace y le bebe piedras.
Soltarse de la mano caída que el pelo roza, suspende
un trote largo extendido aún más.
Parece algo que el miedo dibuje sobre la blanca
sombra y disipa en agujeros de sombra densa que existe
cuando escucha un temblor en ecos sostenido y al
límite color deriva: Aquí donde la forma cambia para
tener la taciturna condición que espera, que ofrece.
¿Qué regreso ofrece?, si yo no evito (y lo parezco) que
atrás quede un desnudo cubierto por la hierba.