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Una habitación, sus balcones - Poemas de Jorge Ariel Madrazo

Una habitación, sus balcones

1     
Una habitación, sus balcones

penden sobre la nada,

sus ropas roen el viento,

soplan ese aliento de decrepitud. Obstinado

candil titila allí su determinación

de claridad
y, sin embargo, diluvia el austral invierno   

sobre infinitos seres sin
techo: atraviesan ellos el sol de las

seis; las vías muertas, las vidas

corrompidas
atraviesan

en un hongo o frustración infinitos

Y al fin, comprobarás: nada es claro, nada

es leal o recto en este puzzle de

                rumbos

entrecruzados

La opacidad es el semen natural

del ser inteligente y vertebrado (provisto de

lenguaje). Por ello, te atrevés a rogar:

balcones que dan a la nada, ropas

roídas por un viento expulsador del

ángel de la historia,



tráigannos algo donde asirnos,

una piedra de azufre donde asirnos,

una copa de llanto

donde asirnos

      2
Y en la radiografía: tus pulmones:

poliedros, florescencias, lechosas

sombras esparcidas como gránulos, como

cereal, como café en insaciada molición. Al

irrumpir Aire en lo oscuro, descálzanse

tus alveólos

como quien entra en una mezquita: tu

mezquina cárcel corporal.

Y, tan blanco en lo oscuro, el eclipsado

ónix -por así decirlo- el corazón, el

otro yo que en la sombra acaece

disolviendo bordes de fingida

identidad,

borrándote en absurdo contraluz,

insinuando que tu entero

humano

devenir

cabe en una

radiografía

insomne

      3
De aquel cuerpo o del otro

del estruendo de los cuerpos.

El chistido, el croar de los cuerpos te

atristaría, como enharinándote

tan remoto, su sólido humus, de los

plateados papagayos de

la abstracción. Tu alma, tu

cuerpo

inféctanse de universo

si te elevás a ras de fango. ¿En qué ahuja

de putriscible reloj

adelanta éste tu cuerpo el minuto

de morir

distante al fin del sólito soliloquio,

del vano quejidito menstrual?



¿Cuerpo el tuyo transterrado,

cuerpo de quien escancia

duelo y alma?

      4
Tu cuerpo, tus líquidos, tus grumos

viscosamente únicos. Vapores de la tarde

los derrotan con lunar lentitud. Tu cuerpo:

la ermita donde arden árabes aceites,



donde has anidado patas de caballo

para galopar vastas praderas -y madre no te

conoció-

decidido a que tu voz, igual a infantil fantasía,

tradujese la voz de otra especie, fuese

extranjera lengua equina

y así escapar

a la vana pertenencia, la falacia

de moverte en un mundo donde nadie

aguarda por tu huella

tu voz.



Pero te abatieron sobre el lecho.

Descaballado, humanísimo, desnudo.



Hoy, tu caballo agoniza en la ventana.

Y tu humana ficción habrá de desvelarte, por

los siglos de los siglos

      5
Se desmenuza la ventana en humedades
otoñales desmenuzan la ventana la mañana

húmedos maulliditos       
Decimonónica mujer se peina y peina tras el

                            cristal

(húmedo vidrio) Menesteres labora (caldillos)

Acunan la humedad ya reseca esos óxidos que sepultan

                            la infancia.

Cómo es que tales nieves bufandas chubascos

ah inmortal sonatina de la lluvia



Y que me entierren en el revés de la ventana

                          maulladora

Que me entierren para más rato (digo)

en verdeantes praderas ventanal adentro
donde vida compagina -como una moviola-

húmedos pedacitos tórnase



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