Una habitación, sus balcones 1
Una habitación, sus balcones
penden sobre la nada,
sus ropas roen el viento,
soplan ese aliento de decrepitud. Obstinado
candil titila allí su determinación
de claridad
y, sin embargo, diluvia el austral invierno
sobre infinitos seres sin
techo: atraviesan ellos el sol de las
seis; las vías muertas, las vidas
corrompidas
atraviesan
en un hongo o frustración infinitos
Y al fin, comprobarás: nada es claro, nada
es leal o recto en este puzzle de
rumbos
entrecruzados
La opacidad es el semen natural
del ser inteligente y vertebrado (provisto de
lenguaje). Por ello, te atrevés a rogar:
balcones que dan a la nada, ropas
roídas por un viento expulsador del
ángel de la historia,
tráigannos algo donde asirnos,
una piedra de azufre donde asirnos,
una copa de llanto
donde asirnos
2
Y en la radiografía: tus pulmones:
poliedros, florescencias, lechosas
sombras esparcidas como gránulos, como
cereal, como café en insaciada molición. Al
irrumpir Aire en lo oscuro, descálzanse
tus alveólos
como quien entra en una mezquita: tu
mezquina cárcel corporal.
Y, tan blanco en lo oscuro, el eclipsado
ónix -por así decirlo- el corazón, el
otro yo que en la sombra acaece
disolviendo bordes de fingida
identidad,
borrándote en absurdo contraluz,
insinuando que tu entero
humano
devenir
cabe en una
radiografía
insomne
3
De aquel cuerpo o del otro
del estruendo de los cuerpos.
El chistido, el croar de los cuerpos te
atristaría, como enharinándote
tan remoto, su sólido humus, de los
plateados papagayos de
la abstracción. Tu alma, tu
cuerpo
inféctanse de universo
si te elevás a ras de fango. ¿En qué ahuja
de putriscible reloj
adelanta éste tu cuerpo el minuto
de morir
distante al fin del sólito soliloquio,
del vano quejidito menstrual?
¿Cuerpo el tuyo transterrado,
cuerpo de quien escancia
duelo y alma?
4
Tu cuerpo, tus líquidos, tus grumos
viscosamente únicos. Vapores de la tarde
los derrotan con lunar lentitud. Tu cuerpo:
la ermita donde arden árabes aceites,
donde has anidado patas de caballo
para galopar vastas praderas -y madre no te
conoció-
decidido a que tu voz, igual a infantil fantasía,
tradujese la voz de otra especie, fuese
extranjera lengua equina
y así escapar
a la vana pertenencia, la falacia
de moverte en un mundo donde nadie
aguarda por tu huella
tu voz.
Pero te abatieron sobre el lecho.
Descaballado, humanísimo, desnudo.
Hoy, tu caballo agoniza en la ventana.
Y tu humana ficción habrá de desvelarte, por
los siglos de los siglos
5
Se desmenuza la ventana en humedades
otoñales desmenuzan la ventana la mañana
húmedos maulliditos
Decimonónica mujer se peina y peina tras el
cristal
(húmedo vidrio) Menesteres labora (caldillos)
Acunan la humedad ya reseca esos óxidos que sepultan
la infancia.
Cómo es que tales nieves bufandas chubascos
ah inmortal sonatina de la lluvia
Y que me entierren en el revés de la ventana
maulladora
Que me entierren para más rato (digo)
en verdeantes praderas ventanal adentro
donde vida compagina -como una moviola-
húmedos pedacitos tórnase