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Moverás - Poemas de Jorge Ariel Madrazo

Moverás

Moverás

en el aire del verano la foto,

indagarás su nombre de mujer

hoy sepultado

a cuatro palmos bajo el suelo.

Puede la muchacha lucir un flequillo,

corre ella por el prado y

siéntase a mirarte; el café revuelve

humeante.

Al reir: la punta de la lengua.

Los ojos, espiando al sesgo, dejan ver

el borde de dorada

pupila

Ojos de ella para ser mirados, los miras

sabiendo

que hay aquí un feroz

malentendido

(pudiste haberla amado, tomar

su mano a la luz del

atardecer)


Va ella y viene sobre su bicicleta:

ágil rodilla, falda voladora.

y mirar juntos el álbum de tapas de

cartón

pesadas como el tiempo.

Mirar el mirar de la muchacha, frágil

como el tiempo

Mirar a ella que viene y va sobre

la muerta bicicleta.

Mirar el tiempo:

su aguja de oscuro

destejer. (a Luis Tedesco)

Si esta botella -o imagen de botella-

que una mano prensil pareciera elevar

ignora su esencia botella, desconoce

                su destino

(el vino, cierto es, no bebe vino)

en antípoda rincón de la foto otras

manos reiteran el

ritual: alzan copas, brindis, café.

Añada usted a tal escena chambergos

roaring twenties,

cigarrillo pendiente de dos

dedos, inversos otros dedos

ciñen el talle de cimbreante hembra:

¿adónde hoy su sonrisa, collar

aguamarino,

terciopelo moldeando la cadera

y el varón que la ojea,

seda al cuello?

¿Mercedes Simone tal vez? ¿Alberto

Gómez será

quien ríe con bufanda?

Ha de hacer frío

en esta foto, vean: varonil chaleco

                    zorros

sobre turgentes formas. ¿Un viejo fuma

en pipa o es por pipa

fumado?


Sonríen ellos a la foto, al clic

de absurdo ayer

que –obstinado- querés tornar

presente (oscurecidas, ya,

las luces todas).

Entre sillas de Viena y espejos art-decó,

alegres de estar vivas
                                                sonríen a la foto
las burdas calaveras. (a la pintora Stella Vergara)

Si se abalanzan todos con chambergos

-cintas negras, anchas copas, bombín-

mientras sus nervios, calando la gorra,

trémulo aquel vigilante apacigua

(gesto harto inútil ante tragedia tal

como ésta que enluta a chicos y a grandes)

torpe, trivial escena en que la parca

de pronto de un cantante se enamora

y lo abate sin darle ni preaviso

y el campo entero es cardumen de sábanas

debajo de las cuales yacen

mueren

mujeres y hombres secamente anónimos.

Y esto torne a ocurrir cada junio

(y un petimetre mirando a la cámara).

Mas, si usted vuelve atrás la manivela

la serranía límpiase de sangre,

dejan de arrojar fuego los aviones

y están a tiempo los protagonistas

de eludir la artimaña del destino

obviando así que radios y periódicos

proclamen con adolorido énfasis

lo que nadie ha aceptado todavía:

Murió Carlos Gardel en Medellín.

Si miras a tu alrededor

el banal ajetreo de

luces y de sombras

de ángulos y tangentes

que se funden

en una turbia vibración

sin sentido -o quizás

el sentido, al fin, se refugie

en el hervor de los minúsculos

cuerpos que nutren tales

formas-

si el discurrir del cosmos

al común entender desafíe

cuando tu hija

(a su vez, madre de hijos)

exhume

de algún mohoso archivo

tu imagen, e interrogue:

"¿por qué tuviste que morir?"

si se indignen parientes

y amigos

porque los señales con el dedo

o pretendas dictarles instrucciones

aun después de hundirte

bajo tierra

aun después de arder

como una tea,



obstinado en regir tu propia muerte,

rebelde al más básico urbanismo

insoportable

hasta en el

ataúd

Si a ésto llamas "ruidos de la noche"

significa que la

noche

ánfora es, desfondando

aguada de ruidos,

lecho pequeño es

para el fornicio de los ruidos

Si no te aterran ruidos de la

noche: no estás vivo

o, quizás, sólo seas inocuo

pretencioso

ser, sin -aún-

estar(a Juan García Gayo)



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