Xxxviii anÓnimo No me enrolé en los hermosos ejércitos del César,
no enamoré a Cleopatra sobre las quietas aguas del
Nilo,
tampoco toqué emocionado las purulentas llagas de
Lázaro
ni fui invitado con los demás a la última cena con
Jesús.
No me entusiasmé en su momento con el asombrado
Diario de a bordo
ni me senté con Moctezuma a tomar chocolate bajo el
sol.
No visité a Marat en su enfermiza bañera
ni asistí a las sesiones del iluminado Marqués.
No atestigüé ni en contra ni a favor del victorioso
Osear Wilde.
No me alcé con los barbudos en la Sierra ni presencié
el asesinato de John FK.
No me senté a beber con Roque Dalton en su U Fleku
ni Marilyn ni John Lennon me dedicaron nunca ninguna
canción.
Pero di testimonio de mí cuando la historia no era
todavía
la Historia:
Salté de cueva en cueva,
pinté animales extraños y misteriosos objetos
voladores,
cuidé yo solo del fuego, deseé a las mujeres
del prójimo y también a mis prójimos,
maté para vivir así, sin nombre fijo ni patria que me
reclamara,
sin tiempo:
pura flama vital que el primer escribano
—dizque para ayudarme—
con un plumazo en la piedra o en la página
apagó.