PÁgina de infancia A la ciudad se marcharon mis padres
y quedé huérfano por un instante
bajo el techo espolvoreado de estrellas.
No había pasado por mis ojos el tiempo,
en la cara me caía el llanto del naranjo
y la negrura hacía temblar mis rodillas.
Érase un pueblo perdido
donde nadie se encontraba a sí mismo,
érase una muchedumbre de hormigas
con los talones encallecidos,
érase una tribu de magnolias coronadas de fiebre.
Mi soledad se abría paso entre las gallinas
y los potrancos asustados por el paso de los cometas.
La cabeza cubierta con un sombrero de telarañas,
en la mano el sartal
que juntaba los recuerdos del día.
De largo pasaba mi soledad
dejando una caricia en la lisura de la niebla.
Y entonces la araña
escribía con sus patas una carta,
la mariposa cosía
la panza herida de los caimanes.
Mi soledad pasaba de largo, mi anónima soledad
esperanzada en un puñado de susurros.