El golem El Golem no era
correr caer rodar: el barro
no tiene nombre para el que cae.
¿El llanto?
Nadie escucha el barro la voz
la boca
se abre en la oscuridad
el silencio.
El Golem
conociendo siendo
era la soledad
el que sale y aúlla
llevándose a sí mismo
con los ojos abiertos el blanco
de los ojos entre pestañas pegoteadas
y la boca abierta en la sombra
en la trampa de los tamariscos
en la alambrada
del pasado en la orilla en el tiempo
de alguien
que se separa del resto y vuelve
para mostrarse como culpa
y solicita
escupiendo frío desnudo
górgola de dos
en un abrazo corriendo rodando cayendo
el barro
no tiene nombre para los que viran
el llanto nadie
escucha la boca se abre
en la oscuridad el
silencio.
Y el hombre y la mujer
el Golem abrazados
conociendo siendo la soledad
los que aúllan anillándose llevándose
a sí mismos en los brazos del otro,
con el blanco de los ojos
en el patio de tierra
donde las piedras tienen diez mil años y son
pan de ayer
rodar correr caer raspar más allá
en el bañado de la lluvia
en el pasado.
Así somos ropa del otro, brazo
abrazo barro
del que debe nacer y se retarda y alarga
el ceroso cordón de parir barro somos
el hombre para la mujer
para el hombre capa oscura de envolver
los cuerpos para sí
noche y blanco
del ojo donde se ve el que ve y
resucita.