El destierro Estoy ciega y brilla el sol del verano.
El día se apodera de mi cuarto:
Es una esquiva ranura de sombra
el miedo, un espesor entre las cosas.
Golpes, chirridos, voces, risas, timbres,
la tarde inquieta olvida lo que quise
y el sol es este salto hacia la nada,
el juego del azar, la doble cara
donde es lo mismo el bien o el mal. Es tarde
para salvar ahora a la que pide
misericordia o al que estando sano
presiente la enfermedad. Cuando el parto
de la luz invasora se termine
será la casa una tierra de nadie.