El despeÑadero Me vi muerto en aquel mapa
y no se hundían las piedras sobre el agua.
Las islas flotantes: las islas de fe.
Pensé y me vi muerto
como las manzanas pesadas, caídas
con todo su jugo a la tierra bestial.
Tierra que se las come y las ensucia.
Me he dicho siempre:
no caigas, no seas enfermo,
caedor: no.
En este mundo laborioso,
con la ira de los perros enterrados,
con la espuma,
si me ven caído, yerto,
mojado en el silencio de la costa,
no me digan entonces: usted,
no se levante, no ande.