La mía es una edad vieja y amarga Mark Rothko a Robert Motherwell
La herida no es curable,
se abre amarga hacia el día,
hacia la hora en que,
desde todas partes,
la muerte mide palabra y futuro.
No somos iguales
pero nos iguala
el lejano sonido del viento
contra otras piedras
ni blancas ni negras.
En el suelo trazas de deber,
de juicio, a las que el viento
no borra, y húmedo desnudo
contra reseco muro,
y un idioma de alfileres,
de hileras de niños por un plato,
de breve, inútil dios
en vertical, flaco, magro,
solo entre alacranes, entre perros.
Pero la pared igual se alza.
Igual trepa el deseo por el costado.
Igual se ocupa de su fondo el océano.
Igual levanta el mundo sus defensas,
otorga olores a las vulvas,
disemina hierbas, polvo, astillas.
Y mastico con mi único diente
el pan que a veces celebro
y otras veces niego.