¿acaso no escuchas mi verdad? Advierto que me he quedado solo
repitiendo mi verdad a nadie.
La memoria no servirá para reconocer
a quién intento convencer con estos gestos.
Ubico la tempestad en un horizonte límite de nada.
Estas lágrimas provocadas por ningún dolor real
me pertenecen.
Ciegan mis ojos con su penitente ácido
para no ser testigo de cuanto sucede
sobre la sombra irrepetible
de un tiempo en que olvido cómo reconocerme,
cómo describir mi rostro,
es decir, el que dispone las circunstancias.
Soy tantos otros,
tantos seres desconocidos
y hasta inexistentes.
Estoy fuera de la imagen
con la que reconstruyo el pasado
en el que no será reconocido nadie
después de sumergir sus cabezas en la penumbra.
Sobre la solitaria tierra que aguarda tras el mar
se configura la noche.
Es algo que presiento
y mis ojos extremadamente agotados
de preferir la luz
me hacen creer que todo cuanto es posible imaginar
sobre la tierra me pertenece.