Sanatorio mental saint elizabeth, 1946 Ezra Pound nunca vio como un plato el mar de Manzanillo
La guerra terminó hace un año
ya nadie grita ni se aleja desesperadamente de la casa
y en este preciso instante
él reencuentra su existencia en el más solitario de los bancos
del patio de Saint Elizabeth
el más alejado en la quietud de los robledales
Los otros enfermos
para tomar un poco del sol en el último mes de este invierno
se hacen un bulto informe le miran intranquilos
le interrogan a intervalos y Pound no responde
no tiene respuesta está como vacío sucio y seco
él nunca ha visto como un plato el mar de Manzanillo
ni el muro que a estas horas se dibuja
entre la luz y el agua como una línea marginal
no conoce la grandeza de mi patria
confunde mis héroes con los suyos
a los que cree ir olvidando poco a poco
sin embargo su temor básico no es el olvido
le aterra confundir en los otros su neurosis reiterada
es uno más de los que sufre paranoia en estos días
de inciertos recuerdos fijos en ese infierno
sin fondo que es la guerra
Pound no perdió a nadie después de la metralla
nada profundamente íntimo le quedó al desamparo
no hay nadie en su existencia
a no ser el frío de toda esta edad
a la que se entrega por costumbre y recuerda a los amigos
en el único banco en la quietud de los robles
se entretiene acariciando un pájaro muerto
cualquier día del invierno pasado
Sanatorio Mental Saint Elizabeth, 1946
un raro aire atraviesa los orificios de tus tapias
te sentencia en el NO en el falso conocimiento
un ocaso tristísimo se arrastra por tus luengos pasillos
se agarra como pátina a la piel de tus muros
y tú no convences al asesino con el simple argumento de estas
palabras
estas maneras que hacen de todos inseparables compañeros
no salvas a tus condenados de su exilio
cada piedra tuya es un país distinto para la quietud de los robles
Ezra Pound ha pasado el tiempo de ser fieles
lo dejamos ir mirándolo indefensos
desde los barandales de la estación final
lo perdemos de vista para siempre
En el banco más solitario
hace demasiado frío a estas horas
usted lo sabe Ezra Pound
y sabe que en horas como éstas
las siluetas de los robles caen como cuchillas
y pueden agujerearle el cuello.