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Los hermosos ahogados - Poemas de Teresa Melo Rodríguez

Los hermosos ahogados

I

De los mares de todas las islas ahogados
hermosos ahogados emergen para desandar
los trillos que sus propios pasos
abrieron en la hierba.
Fueron al mar
arrastrando sin saberlo la maldición del agua
y como agua dócil sus cuerpos
se abatieron frente a los elementos:
no reposan  no duermen.

Ladrones de cuerpos toman sus huesos
los pasillos del cráneo y de los ojos
y parecen animar en breves lapsos
lo que las aguas ya tomaron antes
y fue tributo al espacio de la hierba trillada.

Hermosos ahogados de las islas
sin un pedazo de isla para los huesos
cansados del vaivén.

Es posible verlos a la luz del faro
como bañistas despreocupados de lo que agita
las ciudades y las oficinas

  y simula vida
lejos de las pequeñas luchas
de los insectos breves.
Encima de las aguas
no hay aliento ya para los hermosos ahogados.
Ellos son nuestro pueblo submarino
lo que acaso dejemos al minucioso azar
como una pieza suelta el eslabón perdido
hasta la ocasión de entrar resueltos a las aguas.






II

Sostienen la isla y la socavan.
Ignoran nuestro peso en ella
si peso damos a tanta levedad.
Pequeños habitantes  no nos miran
y les pertenecemos.
Esperan el naufragio  el inevitable
choque  la caída veloz:
imanes nos atraen a nuestro destino de agua.
Me pongo allí
en el imaginario tentador de la cama flotante
por nuestras hundiduras, alter ego
las hundiduras.


Lento es  lento despeñarse.
Rocas abajo.








III

En la lechosa alfombra
donde descansa a tramos de la ruta marítima
el ahogado hace su propia ruta de sal
ruta de sedas presentidas en los animales vivientes.

El ahogado busca el punto de reposo
pero sólo en el movim
es capaz de mantener el recuerdo de su objetivo.


Ahogados de las islas.
Su hermosura es la desnudez
de nuestras vanidades.
Ahogados de la tierra.
Su hermosura no existe.

La creamos a voluntad
para sentirnos a salvo de un destino semejante.
Pero las aguas escriben su libro inalterable
en caracteres invisibles para el ojo del sol.
Ahogados de las islas
descifran en el libro la ruta venidera
como otros antes fijaron la suerte de las caravanas.

Debajo y encima de las aguas.



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