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Adiós a la amiga o al amigo - Poemas de ROGELIO SAUNDERS

Adiós a la amiga o al amigo

Adiós a la amiga o al amigo
detenidos en el marco de una ventana,
recortados para siempre con su gesto.


Cuando todo eso ya no exista,
yo seré uno solo con la mano abierta
que extendida en inmóviles raíces
hundirse espera en la hojarasca, lenta,
oscura como el fango, y fría
como los espíritus que vagan en los cementerios.
Noche infinita, nostalgia, lejanía.
A ti te canto, libro de los libros,
biblia del caminante entre los círculos
de muda arena, brújula del que huyó
con la sombra cosida a la cabeza,
huella de la tortuga donde comienza el mar,
donde el dolor termina.


Tú, que recomienzas. Tú, adiós de los adioses.
Tú, a quien no puedo nombrar,
pequeño como las cosas pequeñas,
doloroso como la risa de un niño,
desconcierto profundo de la certeza.
Tú, incomprensible.
Lo propio de tu existencia es no existir.
En tú contorno tiemblo, como una rosa en un vaso
de vino, como un pájaro en el viento.
Tú, sombra en la que perduro,
animal cautivo, hocico húmedo

saliendo del follaje, oliendo, adivinando,
con un talismán colgado al cuello.
Fosforescencia del que vaga por los campos
como una ofrenda nocturna que se entrega
al alba indiferente, y al cercano
fin que se alza sobre un derredor de árboles.


¿Quién soy? ¿Dónde he vivido?
Yo fui, yo estuve, yo pasé
palpitando entre miles, con los ojos cerrados.
Y ya no fui más, no estuve
sino entre gotas indistintas que guardaban
como en una burbuja la dispersión del arcoíris.
Yo era el que parado en la puerta vagarosa
del sol elevándose en el cielo como un huevo de oro,
decía adiós lentamente, cual un viejo,
a las inclinadas y redondas mujeres de las montañas,
al rostro de la tierra lleno de cicatrices,
a los centauros suicidas que iban despeñándose
con las cabezas alzadas en la primavera del río.
Yo era, yo fui, yo pude haber sido
el que volaba en el sombrero de los adioses.



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