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Nubes viajeras para una desvelada ausente - Poemas de Manuel Ruano

Nubes viajeras para una desvelada ausente

a Olga Orozco, in memoriamEsa es tu voz.
Sí, un cartílago de oro que iluminó al sol.
Mas bien debería recordarte que he aquí un cristal de roca de una belleza  inaudita.
Es ese espacio por donde tu alma pasa con el verbo ad verbum atemperado,
que contradice a las presencias en su traje ritual.
En sinfonía de voces.
Más exactamente, había en ti una convalescencia de penumbra,
que llegaba sin aliento a las conclusiones inesperadas...
De igual manera, había  en la memoria una pajarera desconocida en las nubes,
adonde entrabas y salías siempre, alabando los paseos perdidos.
Tengo la sensación, te digo, de estar tomando contigo el té de las difuntas,
en el fondo de un jardín y tú “con tu corona de flores”.
“Es un diálogo secreto entre los huérfanos”, dijiste.
No estoy tan seguro de haber develado esas ausencias,
pero esos lamentos, esos paraísos  perdidos, son de aquella geografía del adiós.
Con rigor, debo confesarte que no debes confundir los sabores,
los reinos invisibles, las pasiones inescrutables que alguna vez te han hecho llorar.
¡Ah, tapices revestirán una galería de abriles crueles,
de gladiolos moribundos, de lágrimas de una mujer solitaria
que toma sopa con los retratos de un paisaje irrenunciable!
No debes alzar la voz cuando alguien te habla de los salones desiertos...
Más aún, deberías controlar a quienes te adulan. No siempre son de confiar.
Pero la niña terca que hay en ti, mira fijamente su plato
mientras se mueven las cortinas que dan hacia un balcón vacío...
No hay nada que hacerle:
¡robarle fuego al sol, ocasiona desgracias!
Te pone por delante una viuda de luto que augura calamidades
y prepara el pensamiento para la muerte.
Con todo respeto, siempre hay un embaucador de cosmogonías,
que pretende ocultar las nubes, las tormentas que se avecinan, como un anticipo de los
                                                                                                                                                                                                       [tiempos.
No te dejes impresionar por la distancia.
Recuerda que los poetas se conocen más cuando no hablan.
Realmente, no hay embuste posible en los versos
que no han dejado flores marchitas como la soledad...
Pero los huéspedes, amiga, no han vuelto. Y tú me dijiste:
“Me voy por unos días”, y yo te lo creí, como un creyente de las cosas que vuelan;
los poemas de Pessoa se vuelan en un lejano bar de Lisboa que ha quedado fijo en tu recuerdo;
pero tú, te ibas para siempre...



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