Nuestra seÑora de la corriente Sólo Dios y los murciélagos habitan
la iglesia de Nuestra Señora de la Corriente.
El espíritu invisible recorre los altares
roídos y el viento de Penedo
ciega lentamente los ojos de los santos
que turistas y anticuarios no consiguieron robar.
Dios es barroco. Dios es como los murciélagos:
volando en la noche entre los espacios estrellados
procura chupar la sangre de los hombres
que ennegrecen el día con sus pecados.
En la nave de la iglesia, que el río a veces inunda,
los murciélagos esconden el cielo alegórico
eternamente negado a los pecadores.
¡El negro cielo de los hombres! Bajo el
entarimado destruido,
los ratones se inclinan ante la presencia
eucarística.
Y Nuestra Señora de la Corriente, patrona de
ratones y murciélagos,
entre flores de papel y malolientes velas,
reparte la soledad divina.
¡Oh madre de los hombres que como mi
propia madre, sonríes
radiante en tu abandono, ruega por mí!