Ii diario de una isla Ya no basta saber quién soy, qué designio me acecha,
ni por qué floto como un sueño.
Ahora he de reconocer,
palabras que regresan
como un hijo a casa del padre
después de andar todos los caminos.
Soy una isla,
pero antes de serlo, soy madre
y siempre una madre perdona
sin límites ni tiempo.
Dioses de antiguas praderas
forman con mi recuerdo
danzas innombrables,
extraña arquitectura de razas y costumbres,
geografía exacta de mis vértebras.