Estirpe de tatuados Al final del siglo
somos los jóvenes más viejos de la tierra.
ALEX FLEITES
Fácil fue
amanecer con una pregunta distinta.
El tiempo era un mago en la puerta de la feria
llenándonos el asombro de palomas
y pañuelos de colores.
Los días fueron cayendo
con una música cada vez más lejana,
sólo entendíamos que el mundo es redondo
y soñábamos caminar por el borde de la luna
sin perder el equilibrio.
Luego supimos que a nuestra edad
el equilibrio es una bendición.
Nos contemplamos en los espejos más limpios de la ciudad
y nuestros cuerpos eran signos complicados y abstractos
que nunca hemos podido borrar.
Estirpe de tatuados,
estirpe marcada y triste
como un pájaro de isla
o una isla con alma de pájaro.
No importaba observar París desde la torre Eiffel,
contemplar el último baluarte de los moros en España
o dejarse arrastrar por las tranquilas aguas de Venecia.
Teníamos una mirada grande,
recién estrenada,
un río al alcance de las manos
y un amante a la vuelta de la esquina.
Las postales despertaron en las gavetas y en la memoria.
Esta vez eran los canales de Amsterdam,
las calles de New York,
o las góticas plazas de Roma.
A pesar de beber con la sutileza de un antílope
cartas cláusulas vocablos
sólo la nostalgia nos golpeó el silencio.
Espero que un mago en la puerta de cualquier feria
pueda llenar aún nuestro asombro de palomas
y pañuelos de colores.