Pequeño para René Fidel González
Desde las tres comenzaré a ser feliz.
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY
Inasible, atado, cómo
definir la melodía
hecha en el mármol de un día
y que se acerca al asomo
donde me doy y no domo
la condición más cercana,
la edificada mañana,
o ayer, o la otra materia
viva de azar: periferia
en que me atrevo y, ¿quién gana?
Con la piel domesticable
se condena el caracol
a sí mismo a ser el rol
de quienes no son contables
por la historia.
Y no culpables
resultan buey ni felino
ni animal otro:
es el sino
con que se arrastra el molusco,
con que Dios dice: «Reduzco
tu existencia al pergamino
que es la tierra.
Y sea tu casa
sobre tus hombros constante
y pesada,
o agobiante,
en una carga sin tasa.
Y sepas que nunca pasa
porque así es como lo quiero:
Yo domestico primero,
tú obedeces y deliras
con poder, a mis mentiras,
convertir en aguacero».
Blasfema el molusco —grito—,
pues soy yo mismo el tan fácil
sujeto de esquiva y frágil
epidermis, ruta y rito,
que sabe —sé—lo infinito
del mármol y el mediodía,
sé también la apostasía,
sé lo bueno, lo abarcable,
lo que confunde, lo dable
de domesticar un día.