Mi primer beso lo recibí Mi primer beso lo recibí
de una verdadera profesional.
Tenía una lengua dúctil,
capaz de moverse a la velocidad
de los latidos del corazón,
dotada de una habilidad artimañosa
para construir abismos interiores
en las noches.
Pero si de algo podía preciarse
tal artista de tales juegos,
era de poseer un dominio absoluto
de ciertas técnicas mortales de succión,
con los que una noche aspiró mi memoria
para llenar el vacío
con una sensación desasosegante
parecida a la nostalgia.