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Tarde tarde - Poemas de JORGE CARROL

Tarde tarde

I
Cansado de caminar, de andar de un lado al otro, vistiendo
días que no siempre fueron felices, me siento hoy, desfallecido
de Soledad.


  II
Un lento y largo sentimiento de culpa se amarra en mis ma-
nos,
mientras en algún lugar de la noche las jarcias de la esperanza
reinician su combate.


  III
Por lejos que me encuentre, el mar llega a mi habitación,
clara, limpia, ordenada;
llega el mar y me oprime, me delata sus cabales, me recuerda
los muertos que lo habitan y de vez en cuando canta, canta
bien alto, en tempestades sabiamente orquestadas y es allí
donde se desnuda y se da completamente a la Soledad, a la
soledad señora de la Ansiedad, Patrona de la Esperanza.


  IV
Los chasquidos del que anda por la calle me llegan también
Pasadamente. Un grito del viento dobla en mi cabeza marinera
y los años se hacen una molesta costumbre.


  V
Hago las señales de la Vida junto a las ventanas abiertas
a la Soledad.


  VI
El frío de la costa escarba con sus lenguas destempladas.


  VII
He decidido quedarme donde estoy, sabiéndome nulo para
defenderme de la Bella Fugitiva que me enloquece.


  VIII
Y por las calles de la ciudad que habito un perfume de
lejanía cabalga desesperadamente.


  IX
Soledad de las Soledades: ¡deshabítame!


  X
Las manchas de la Soledad echan raíces en mi ciudad,
allí donde se exalta y crece desmesuradamente el árbol
de la mañana.


  XI
Señora Inaudita; he aquí el hombre que te ama: ¡cuántas


risas consumarás bajo mis migraciones y cuántas veces
más volveremos, anticipándonos a la lluvia de la tarde!


  XII
Las hermanas de los andantes sin prisa se fueron al mar con
vestidos breves, bailaron al sol, desnudándose, y con abanicos
de arena castigaron a Marzo; ¡oh, muchachas livianas, multiplíquense,
como las secas hojas de mis ojos!


  XIII
¡Mátame Bella!. Dadora simoníaca, traficante de ansiedades.


  XIV
Dulzura de pino, dulzura anodina de la Tristeza, te escribo
obsesionado; las estrellas peinan el nuevo y acaso largo
camino.


  XV
Letales morenas caen el acecho. .. Abrevo los signos de mi
asombro y paso dejándolas en los confines de una historia
de colonización.


  XVI
Luego (muchas horas después) vuelan los gorriones,
apartándose definitivamente (acaso) de los cómodos tejados
de la memoria.


  XVII
Puede ser debajo del roce de las manos del subtrópico donde
la noche horada su incierta lesbianeidad.


  XVIII
El ruido que tomo de mis hijos es la más pura fuente de
Silencio.


  XIX
Detrás de los ladrillos, sobre las baldosas enceradas, de bajo
del blanco cielorraso, dentro del departamento primitivo
crezco en Soledades.


  XX
Yo sé. Lo sé muy bien: ella navegará incrédulamente en mi
sangre hasta que toda cosa que haga lleve su andar, su perfume
a veces marítimo.


  XXI
Ella entierra sus vísperas en los cuestionarios de la desesperación.

  XXII
¡Calláte de una vez, maldito errante!: bajo tu párpado azul
duermen las más difíciles alegrías.

  XXIII
Yo ignoro a menudo todo lo que me rodea, pero sufro por las
prohibiciones que me imponen.

  XXIV
En vano trato de hacer señales: nadie entiende que estoy
solo, que mi vida tendría que ser otra.

  XXV
El orgullo que arrastro no es otra cosa que el acceso a
mi sangre celta.

  XXVI
Como Robert Desnos "no creo en dios, pero tengo sentido
del infinito".

  XXVII
Como estoy cansado de caminar, de andar de un lado al otro,
acobardado de la noche que me aguarda, me dejo estar en mi
casa marítima, sin más resuello que la única posibilidad de
recordarla.

  XXVIII
Estoy harto de estas miserias, de esas escaramuzas que la
Vida Provincial estimula todos los fines de semana cuando
las señoritas más bellas se aman con disimulo en la platea
del cine; estoy podrido de caminar por las mismas sucias
calles, por los mismos ridículos paseos, de asistir al descubrimiento
cotidiano de la mañana marítima, de resistir el
viento jodido de la primavera, de aguantar la cancherísima
insolvencia turística que año tras año se desata alrededor
de mi casa.

  XXIX
Pasan los caballos escribiendo su lenta tarea, su comercio
a domicilio. Pasan por la calle que lleva al mar, por la callelarga que trae el viento, que lleva el frío o a veces el calor.
Pasan como todos los días, como la arena que nos rodeadesde ese mar que nos aguarda al pie de la larga calle,
enhebrado de mejillones y almejas doradas. Pasan, pasan loscaballos conjugando el tiempo de la Soledad, de mi soledad,
cuando es tarde para no escucharlos.

  XXX
Una vez más levanto la cabeza, echo miradas sobre la
biblioteca donde vive la tierra de días; una vez más recorro
lentamente todos los rincones de ese living que acomodé

una tarde de mudanza, miro las viejas láminas enmarcadas,
reproducciones descoloridas de Klee, Picasso, que descubren
la pobreza de esta choza compartida por amor, y me jodo...


  XXXI
Amor: joda dulcísima (a veces).


  XXXII
Soledad: me queda aún por decir que Ella sos Vos: mi
Libertad, la brisa enamorada de los pescadores en
alta mar, la compañía de las sombras rápidas de junio,
el brillo ilegítimo que se enarbola los sábados.


  XXXIII
Escribiéndote libertario, serénate. .. Es necesario que
piense en la noche que silba afuera, ahí donde el frío
comienza.
(Ella es náufraga de tu amor silencioso.)


  XXXIV
En la alta muralla de la distancia vos edificas, Jorge Carrol,
tu amor, tu Soledad, tu Libertad.
Sos hermano, conciente de tus ojos


  XXXV
Muy alto, más arriba de los chasquidos, ahí donde las
piedras del cielo visten gran parte del viento de la
Ansiedad, mi soledad pasea orondamente tornando clara
la vigencia de su honda belleza salvaje. Y este paseo
—acaso espacial— calla las huellas de la Esperanza,
obligándome en más de una ocasión, a errar, a circunscribirme
a esos pequeños que gritan o lloran a mi lado, en la
casa marítima.


  XXXVI
Pero de pronto, la noche se desnuda desmesuradamente,
atiza mis nervios, me fuma tranquilamente, en medio de
ese desierto que nada en mi casa.
Mi Soledad ejerce así sus insanas manías, como siempre.


  XXXVII
Cae la Tristeza tejiendo el sitio húmedo donde beben
las fieras de la necesidad.
Para mi este momento no puede ser eterno, un galope de
esperanzas debe roturar estos días cruciales.


  XXXVIII
Las medusas de la infancia descargan su fetidez aquí,
donde nosotros aguardamos resignadamente.


  XXXIX
Necesito caminar; no pensar en el mundo que me rodea.


  XL
Puedo salir a la calle; puedo caminar por calles que sólo
yo transito hasta sentirme cansado de este ejercicio natural.


  XLI
En mi paseo los pasos cantan mi nostalgia, mi incertidumbre
de todos los días, mi inconstancia. Pero puede ser que
encuentre un cine donde engañarme, un bar donde tomar
unos tragos o necesariamente la puerta de mi casa.


  XLII
¿Por qué un hombre como yo debe ganar la calle? ¿Dónde se
inicia mi angustia o mi soledad?


  XLIII
Un hombre como yo en la calle es un suicida que no conoce
dónde será poseído por su muerte.


  XLIV
Es elemental pensar que la calle no es todo; sin embargo
necesito caminar, cansarme, como el sol, como el pan y el
vino.


  XLV
Puedo nuevamente estar en la calle, allí donde la ciudad
soy yo, donde la contidianeidad se regodea en mis pasos livianos,
allí donde un cigarrillo perfuma la Soledad que sale
de mis trajes.


  XLVI
Deviene la calle en soledad, en necesidad de amar, de no
sentir en los ojos los ojos de la que amo, de aquella maldita
que crece en otro lugar, de alguien que solamente yo
llamaba. .


  XLVII
Me habito de mí, como una noche de otra noche.


  XLVIII
En algún lugar de mi cuerpo existo puro, en estado de
maldición.


  Me habito, me habito, pienso en mis cosas, en mis hijos,
en la Soledad que me crece por las uñas y sonrío ¿hasta
cuándo? ¿hasta cuándo?


  L
Levanto la cabeza, hombre en la noche; los años entonces
se detienen en mi frente diciendo Dios sabe qué palabras;
entonces, sonrío y salgo a la calle, allí donde me sorpenderá
la muerte una mañana de abril.



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