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Si esto que usted bautiza vida... - Poemas de Jorge Ariel Madrazo

Si esto que usted bautiza vida...

¿Si esto que usted bautiza vida

fuera apenas confusión

                indiscernible

de fragmentos
                                                           
partículas secretas?
¿Y su vertiginoso, anónimo rotar no

suscite jamás

la sinfonía de las esferas? Vea usted

un ejemplo -o maqueta pascaliana-:

he aquí

diez manzanas, dos lápices,

quizás.

De pronto, y con no prevista brusquedad,

por azar, o en razón

del fuerte sol,

desbordan el planeta

mosquitas no identificadas, gusanos

triscando

la verde, amarga hoja

(dulce, empero, a la

                maltrecha ánima).

Y al lado de gusanos

y de la verde hoja y lápices

sin punta

-o están las puntas mochas: preciso

sería recrearlas, como a una sensación

en incomún relieve-

con celo y

extrema reticencia

vuelan una

estela de abejas,

damas que fornican con

sus dálmatas, policías febriles

por bien delinquir.

Cómo esperar, entonces, destelle el

farol del otoño o intuya la

luciérnaga el ritual

pues hay esos

estrépitos, voces,

un billón de diálogos banales

sin orden ni

concierto

(o así parece, a causa del corto


entendimiento). Bullen, regurgitan

en la noche. Usted, que esto oye

-o imagina- enloquece

sin más. Añada la constelación de

Orión, el hombre en la

vereda, parejas rompiendo entre

aullidos (mas no quiero mentir: puede

ella ofrendar en son de

paz un dragón, un haz

de gladiolos).

Mientras: agítase una hoja

llueve una gota

llora un

gato

se pudre la mosca en

el vaso


Jamás acepte el aleph

lo anónimo y

plural

sin discernimiento.

Este instante (que ya

pasó) es lo único que abriga

eternidad: esta hoja, esta

foto

esta muchacha o luna

llena tajeada por

el viento


sólo lo singular

respira eternidad


Ya no más el múltiplo mediocre:

una cosa por vez, irreductible,

para sentir al fin

el mar. a Julio Llinás

Si en la sucesión de las fotos

si en lo trivial -y confuso-

te guiña cierto indicio

y tu dedo inquisidor se detiene

igual que en un film cuando

habráse ido o dormido en su silla

el operador, y a la vista del fotograma inmóvil,

con regocijo al comienzo, con ira más

luego -el operador se ha ido o dormido-

a patalear

el público comience pues

se haya ido o dormido aquel operador,

así, al caer las hojas del pesado álbum

por años olvidado en la gaveta

abierto el cofre del recuerdo

(magma de imágenes

manchadas):

esa muchacha cuyos ojos

tiemblan.



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