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En este alegre nido - Poemas de Jorge Andrés Rave

En este alegre nido

  Mauricio Cadavid y a los hijo
del Colegio San Ignacio de Loyol
de Medellín
 
Pues bien, la vida es impredecible.

Entre otras cosas, mentir’amos si decimos

que somos incapaces de ser perversos.

somos, antes que nada, pedacitos de esp’ritus sin alas.
Salvador Henao
Y ¿qué es un espíritu sin alas?...
Después de todo a nadie le interesa hacerse
esta clase de preguntas;
(Un consejo amigo lector: No fuerce su capacidad de raciocinio ante
tales sensiblerías so pena de
perder su superficialidad e iniciar una fulgurante carrera en la locura. )
 
Un espíritu sin alas no es pregunta coherente, partamos
de esta simple base.
La prudencia, según la novena de aguinaldos, hace verdaderos sabios.
Por mi parte considero que la prudencia,
la coherencia, la castidad,
etc, etc, etc,
son virtudes tan ridículas como los semáforos en amarillo
¿me hago entender?
 
No se imagina usted
la placentera tortura que es sentir
que las cosas que se dicen o que se piensan
no son más que magníficas emboscadas
en territorio enemigo.
 
De otra parte
y si todav’a se interesa por
la repuesta a la pregunta:¿ÀQéu es un esí’ritu sin alas?,
aquí la tiene en forma de ICFES:
 
Un espíritu sin alas es:
a) Una campana muda
b) Un millón doscientos mil pesos en las manos de un viejo ciego, adúltero y solitario.
c) La redención de San Ignacio de Loyola de las puertas del prostíbulo Anfitrión.
d) Ignacianos orgullosos de su procedencia, vestidos con saco y corbata,
gomina y  Celumóvil en el bolsillo, mientras se disputan una instantánea
con el poeta de turno.
e) Todas, absolutamente todas las anteriores verdades.
 
Por lo pronto
si cree tener la respuesta adecuada, gu‡rdela para usted mismo.
Es claro, eso sí, que no tiene sentido
seguir tragando entero
mientras anda tanto proyecto de yuppie por ahí suelto, haciendo
estupideces heroicas como ser concejal y no quedarse dormido en el intento
o ser gerente de tercera de cualquier
compañía barata, conducir el  jeep del jefe por las noches y tener dos teléfonos celulares.
 
Quisiera imaginar algún hijo de la Compañía de Jesús, sintiéndose
orgulloso de ser peluquero, manicurista o de tener su propia salsamentaria.
Pero no, nadie puede ser perfecto, como diría mi abuelita Magola y
lo mejores no ponerse a llorar. Yo a estos muchachos
ya les he perdido la fé.



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