Xliv vecindades Cuidaban del jardín con parsimonia,
regaban cada planta, cada cristal
de sus ventanas brillaba desde afuera
y desde adentro. Una vez que entré
invitado por ellos, la casa era toda un sol
en torno al cual giraban levemente sus vidas
en equilibrada pureza.
Los viejecillos me mostraron
con gran orgullo su cuarto, el recibidor,
la terraza, el comedor de seis almas, la cocina
impoluta, el desván, sus
motivos.
Una semana después, a toda esa paz
le sobrevino un alud
de cajas grises malamente numeradas, un
entra-y-sale de gentes, el gato que regresa, el
viejo que murió, la viuda que hoy
se muda.
Un cartel en la puerta nos anuncia
que está en venta lo que fuera el horcón
de sus vidas; desde el jardín la yerba
ha comenzado a invadir
mis dominios