Poema escrito sobre la soledad de mis manos De ti sólo tengo la súplica del viento
contra el ventanal que no abriré por nada.
Un postrero y frágil parpadeo de esta
tarde que al irse te llevará consigo
y en la noche mi palabra se tuerce,
se enclavará sobre este cuello moribundo
porque al dejar mi mano irás con tu pecho
descubierto para que tempestades hoscas
se te encimen; y cómo curar esos ojos
siempre desgarrados si yo sólo soy
una forastera melancólica
como alguien me nombró tal vez; una endeble
gitanilla que prefiere irse lejos
y adormecer el llanto sin ser vista.
Cuando la luna me persiga de cerca
indetenible hasta donde se reclinan
sobre mí los troncos y suelo escurrirme
en el silencio, enredándote en tus penas
para suave obligarme a danzar.
Un coche te espera en las márgenes del río
donde solían amarse nuestros corceles,
bajo nostalgias y yerbas una silente cabaña.
Te dirán: estuvo merodeando entre los rosales.
en sus brazos un libro viejo y sola caminaba.
Podrán decirte: estuvo anoche tomando
té con galletas y pesares. Estuvo sola.
Cuando la ventisca te voltee en tu lecho
búscame en el bosque.
Yo guardaré bajo veladas hojas
el recuerdo del tenue dorso de tu mano.