Testamento Reniego de mi suerte profanada,
de símbolos y coces y rituales.
No me interesa el vino que a raudales
los usureros beben como nada.
Reniego de
poemas y testigos,
cansado, sin final para mi nombre.
La angustia es una huella desde el hombre
cuando el hombre carece de enemigos.
Reniego sin volver a los arcanos,
al misterio confuso que mis manos
exhiben como sombra de mendrugo.
Reniego, ya sin fuerzas, al espejo,
ese ignoto lugar donde me alejo
a desafiar el hacha del verdugo.