Brebaje de viudez Para compartir la angustia del marchito retoño
y del pétalo arrancado con apenas una caricia,
eres una de esas caléndulas que poco a poco enmustia
sin culpar a la guadaña de un ingrato otoño.
No obstante, mientras a ellas, pasado el verano,
el tiempo las arrebata, tú perduras, adormecida,
dejando en el dolor que encarnaste la amorosa vida
que el perfume de tus días jamás derrama en vano.
Aunque te me figuras todavía más apacible
si te comparo a una de las florecilla de la primavera
herida por la saeta de una espina terrible;
ante una aparición triste e inadvertida,
desgarras los capullos de un amor que espera,
al resguardo del sueño, una de sus vetas perdida.