Un sol Con esta voz rasposa y oxidada
llena de whisky amanecido en la garganta,
con la resaca intoxicando el aire
y haciendo chilenita con la nada,
estoy caminando con mi otro
llenando el éter de palomas muertas
tiroteando a los tontos que se cruzan con mi alma.
Todo, o casi todo, lo he perdido.
El resto es sangre a cuestas: virulana.
En el filo del cuchillo, los enemigos íntimos caminan;
van de la mano, sin decir palabra.
Se quieren tanto, se odian tanto,
que se destrozan como animales en la cópula;
como simbióticos anfibios de la nada.
Al llegar a la esquina, un sol que los derrite; los desangra.
El silencio aturde, pero ninguno habla.