Palacio (ii) Lloro lo que le falta a la lluvia
para llegar al suelo: diez centímetros
al menos. Las viejas piedras
se lavan de futuro conmigo.
La piel de esta ciudad no puede
ser tocada sino por los hombres:
se alejó mucho del desierto, de la alegría
del alma de los bárbaros.
Yo lloro y pienso encima de los ritmos
venerables, vetustos, que no se pueden
deshacer más, pisamos lo que lloro
no preso del poder, de la costumbre.
De construir el palacio y verlo irse,
verlo crecer, y no jugar en él
sino mirar afuera, desde
ningún adentro.