Los viernes por la tarde Ella nos leía a Rimbaud los viernes por la tarde
y sus manos parecían temblar de frío
como si en los versos del garzón
fuera el invierno prominente
una aurora boreal de costumbres
Ella nos contaba el eclipse
la pálida suerte de Margarita Gautier
procurando sostener el orgullo en la tos
la piel granulada y expuesta al invierno pulmonar
mientras intentaba ascender una copa invisible
amoldar el mantón y la raída elegancia
Sus labios recitaban las palabras impías
el clamor de unas ciudades convocadas al puerto
para que soñáramos siempre con hacernos a la mar
deleitándonos en el parco oficio de los grumetes
Los viernes por la tarde
cuando me ordenaba repartir cigarrillos de papel entre
sus nietos
abuela nos leía los versos más difíciles de Rimbaud
haciendo un círculo de sombras diminutas junto a ella
cual si fuésemos tan nobles como el dulce Aliosha