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Con los ojos abiertos - Poemas de ANDRÉ CRUCHAGA

Con los ojos abiertos

A María Eugenia Caseiro,
Que conoce el calendario oscuro de este mundo.
 
Pero a pesar de tantos largos años oscuros,
(…)
espera que la luz se filtre en la sangre…
Rafael Alberti
 
 
Asfixia este sórdido burdel de las pasiones;
La violencia que exhibe su festejo de chicha.
Mujeres y hombres han oscurecido sus brazos de sudor,
Y transpirado orégano de llanto,
Y macerados delantales de cebollas,
Y comido ensaladas de negras chaquetas
Con trajes de rancia saliva.
El calendario es un río de mariscos nauseabundos,
Con bigotes de cansada palabra:
Los muertos bailan de hambre,
Pese a la carne que no disuelven los ojos,
Pese a la oferta de asados salpicando las sienes,
Pese a la carcajada ausculta
                      Chorreando ecos de espuma.
En los ojos festeja la losa de los bultos,
El galope de bostezos, el vértigo en la boca,
El polvo del aire rompiendo las retinas,
La zancadilla a los muslos flacos de la alegría,
La noche como roca las veinticuatro horas.
Sobre este universo se vive. La zozobra
                                        Es sangre y oxígeno.
Hay hombres, mujeres y niños muriendo;
Las lianas de la violencia se extienden sobre el césped:
Oscuro es el viento para los que no han nacido;
La herrumbre del metal oscurece la luz,
La inocencia ha perdido sus dientes sanos;
En cambio, tenemos, alas mordidas por peces
                                        De huidiza amargura,
Voces ahogándose en trinos oscuros,
Labios agrietándose entre las zarzas,
Escapularios de moradas túnicas,
Rosarios ahogándose en el vestido de la cobardía,
Anatomías como las líneas de la orina,
Arqueándose en efectiva geometría de lianas.
Más allá de toda esta piel de secas ojeras,
Y un poder disputado a señas de ciegos;
Más allá de la habitación oscura de una pareja,
Corriendo sobre los poros con los ojos cerrados,
Está hoy la urgencia de las ventanas,
Está el miedo cebado por el chantaje,
Está la mosca espiando las encías,
                Como negros garbanzos de la noche.
Más allá de la risa en los despachos ministeriales,
Está el alarido del vestido
Y ese dolor del cuerpo, lento, sostenido
                            En las canaletas del camino.
No hay mano que seque este río de sal,
Ni memoria para suturar la calle rota,
Ni tierra fértil para plantar esperanzas gigantes,
Sólo puertas de trenzado silencio,
Donde la luz no usa su sombrero transparente,
Sino un alero de ciegos goterones…



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