Ya no hay lugar para la frivolidad Todos poseen un límite; las lecturas en el jardín
absorben el deseo de las plantas húmedas y el mundo visionario
había allí únicamente con algunos seres animados de ojos abiertos y
profundos.
(Entre los helechos y los tiernos animales inocentes el espacio pasa
como un equilibrista que abre su sombrilla para no caer en el vacío.)
Hay
diferentes formas de fracaso cuando el trapecista joven sufre el miedo
en las cárceles de la pesadilla,
aunque en el fondo sabe que los victimarios y los torturadores
se juntan en el infierno de la historia, y que las hojas caen sobre
ellos
para convertirlos en tierra deleznable. Por eso canta ahora y mira
solamente hacia adelante/ no dará explicaciones de la vida: el cuerpo
sabe
esquivar los dardos venenosos del rencor, quizás, una forma cerrada del
amor
que no fue correspondido. A veces los límites se abren y comienza el
vuelo;
entonces, ya no hay espacio para las frivolidades como saben
los que vuelven de la guerra, o del errático exilio (del poema).